Un poco de antropología | Columnas | 5Días

Los nepobabies están dejando de ser una curiosidad del humor social paraguayo para convertirse -además de una clase de empanadas que dicen son muy ricas- en una subespecie homínida que infecta en forma creciente el servicio público.

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Son la inevitable derivación biológica de generaciones enteras de planilleros que han dado a luz y anotado camadas de hijos y entenados como sujetos oriundos del Estado. Un nepobaby no necesita estudiar o prepararse para adquirir condición. Le basta ser “hijo de…”, como los hijodalgos de la Edad Media, personas “que por linaje pertenecían al estamento inferior de la nobleza” cómo enseña la Academia. En el caso de los especímenes actuales, el linaje proviene por lo general de la incapacidad para ganarse la vida por méritos propios que tienen estas familias de rancio abolengo y que medran a costa del erario público.

En las especies menores, dentro del orden natural, se habla de parásitos y saprófitos. Los primeros viven de la savia vegetal o la sangre animal y terminan por matar a quienes los hospedan. Los saprófitos, en cambio, pueden convivir con sus anfitriones succionándoles una parte de sus jugos vitales sin matarlos, porque eso los obligaría a buscar otra forma de saprofitosis, para ellos desconocida. Creo que es en este último item donde se está ubicando con toda comodidad esta nueva población terráquea que va conociéndose bajo la taxonomía reino animal, orden nepobaby, familia saprófitos. Es una auténtica novedad antropológica que debería ser estudiada en la escuela como parte de las ciencias naturales y demostrativa de cómo una subespecie puede vivir a costa de especies superiores sin ningún esfuerzo. Pero hay que hacerlo ya, antes de que la evolución entre en crisis y la cadena se rompa. Los antropólogos tienen la palabra.