El presidente francés, Emmanuel Macron, ha revelado abiertamente su negativa a firmar el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. En realidad, Francia ha mantenido su oposición a este acuerdo desde el principio, y durante más de 25 años, ambos bloques se vieron inmersos en reuniones interminables que agotaron los esfuerzos.
La preocupación medioambiental, aunque legítima en Europa, fue hábilmente utilizada para dilatar la negociación y finalmente descartarla con demandas consideradas como absolutamente intolerables.
El presidente brasileño, Ignacio Lula Da Silva, respondió de manera clara, recordando a los europeos que los sudamericanos “ya no somos una colonia”. Destacó la importancia de mantener un tono de negociación entre dos socios, donde en caso de controversia, ambas partes deben hacer renuncias.
Sin embargo, los europeos intentarán imponer normas basadas en la situación climática, desarrollo tecnológico y económico de sus propios países, normas que resultan impracticables en nuestra región. No se trata de una resistencia por parte de los integrantes del Mercosur a adoptar prácticas agrícolas sostenibles, sino de la imposibilidad de aceptar que no se confíe mutuamente en que las certificaciones locales validan adecuadamente nuestras prácticas.