“Hoy nos enfrentamos a dos guerras: la pandemia y la corrupción”

Al recordar 210º Aniversario de la Independencia Nacional y destacar a los jóvenes que lucharon por el país en diversas circunstancias, el religioso indicó que hoy nos enfrentamos con dos guerras: la pandemia y la corrupción. “Debemos salir victoriosos. Con las vacunas y con la vida moral de justicia y paz”, esgrimió.

Pidió un saneamiento moral de la nación, al indicar que actualmente se extiende la sensación de que la estructura nacional ya no va, que los desequilibrios sociales y ambientales amenazan profundamente nuestro futuro, y que esas interminables situaciones de corrupción llevarán a nuestro país al borde de una grave crisis.

Ante el descontento por falta de respuestas serias a las necesidades, solicitó buscar una vía nacional para alcanzar los reclamos de larga data. A su parecer es urgente un diálogo para todo tipo de reforma en vista al bien común.

Hacen falta soluciones duraderas y eficaces para el logro del bien común, el combate a la corrupción y el trabajo digno para el engrandecimiento del pueblo. Esa es la tarea de los gobernantes y de toda la sociedad civil, de acuerdo al Arzobispo.

También recordó que desde el año 2019 los ingresos reales del promedio de las familias de Paraguay vienen descendiendo peligrosamente. Hoy hay casi 2 millones de compatriotas que deben sobrevivir con 10 mil guaraníes al día. Existen 264 mil nuevos pobres en los últimos 12 meses. No es menos preocupante la desocupación de más de 400 mil compatriotas. Además las inversiones privadas y el consumo han caído.

“El país pide a gritos el fin de la impunidad y el diseño de políticas públicas de crecimiento económico que alcancen a todos”, resaltó.

Respecto a la pandemia dijo que le preocupa que los responsables no han respondido con eficacia y transparencia a las demandas sanitarias generadas por el COVID -19. La cuestión de las vacunas es más que imperiosa como también el establecimiento de políticas de salud eficientes para toda la población.

“El país pide a gritos medicamentos en los hospitales públicos, en cantidad y calidad compatibles con el dinero adicional asignado a estos menesteres. Que el dinero público se utilice con honestidad y con celeridad. Que haya menos familias de luto a causa de situaciones evitables”, rogó.

“Lamentablemente, nuestras autoridades, en medio de sonoros casos de corrupción, han tomado decisiones que generaron un altísimo impacto económico, social y sanitario en todo el país. El costo pagado por el pueblo es imposible de medir, pero debe ser reparado, por estricta justicia. Por ello, reclamamos, ante situaciones excepcionales, respuestas excepcionales”, ahondó.

En otro momento dijo que debe ser causa nacional la renegociación del tratado de Itaipu.

Pidió así también una sociedad que se reconcilie con el bien común y la justicia. “No podemos tener justicia cuando existen grupos de presión externos e internos que intentan influir en la aplicación de las normas”.

El diálogo es la mejor herramienta para evitar la confrontación, subrayó y remarcó que es hora que las autoridades nacionales organicen una mesa común, por el bien de todos los paraguayos.

Insistió que la deuda pública debe ser realizada con prudencia y únicamente en cuanto fuera necesaria, atendiendo a no aumentar cada vez más los sacrificios actuales existentes en todos los ámbitos productivos y sociales del país.

Criticó que la Reforma del Estado, vital para disminuir los gastos innecesarios y tener servicios públicos más eficientes, no ha avanzado más allá de pomposas declaraciones públicas y reuniones de algunos actores, buscando impacto mediático, pero cuidando muy bien, no afectar los irritantes privilegios de quienes debían liderarla.

Denunció además todo tipo de atropello a la vida, tal como el aborto, la eutanasia, el abuso a menores y a la mujer, el tráfico de drogas, el robo, el contrabando y todo tipo de violencia a los derechos humanos. La instauración de la ideología de género en políticas orientadas a la niñez y adolescencia, afecta gravemente la patria potestad, la libertad de enseñanza, la salvaguarda de la moral, el respeto a los niños en su inocencia.

Por último alentó a los padres a transmitir a sus hijos sin complejos y con medios creativos la fe a través de la oración en común, de la bendición con el “tupanói” tradicional, la Palabra de Dios, los sacramentos, especialmente la Eucaristía fuente y culmen de la vida cristiana.