Los niños estaban enamorados de un pequeño y cristalino arroyo que cruzaba la propiedad. Disfrutaban sobre todo en el verano, ocasión en que aprovechaban para chapotear en sus seguras y agradables aguas.
Pasó el tiempo y los niños se hicieron adolescentes. Por ello, ya se hizo difícil que quisieran acompañar a don Samuel a la chacra. Los chicos entonces preferían “el ruido de Sanber”, dado que sus compañeritos de colegio acostumbraban a vacacionar en esa ciudad.
DECISIÓN DE VENTA