Esta negligencia se refleja claramente en nuestros índices de tenencia de seguros contra accidentes, siniestros e incluso de vida, que se sitúan entre los más bajos de la región.
El problema radica en nuestra renuencia a adoptar la prevención como un principio fundamental en nuestras vidas. En las últimas semanas, hemos sido testigos de siniestros en el sector industrial que han cobrado vidas humanas, dejando a otros luchando por sobrevivir en los hospitales. En medio de esta tragedia, todos buscan culpables: el gobierno, los gremios, los ciudadanos particulares. Sin embargo, pocos se toman en serio la necesidad de encontrar soluciones duraderas.
Es como si estuviéramos atrapados en un ciclo interminable de negligencia y reacción tardía. Nos movemos únicamente cuando la situación se vuelve irremediable o cuando nos vemos obligados a mitigar los efectos de una crisis. Pero una vez que la crisis pasa y todo vuelve a la normalidad aparente, nuestros malos hábitos resurgen y nos atrapan en un ciclo vicioso.