La democracia instalada en nuestro país, a partir del año 1989, definitivamente ha permitido el ejercicio pleno de las libertades ciudadanas, y al mismo tiempo, del surgimiento de partidos políticos de todas las ideologías que han logrado obtener, a través de elecciones democráticas su curul en el parlamento nacional.
En esencia, el parlamentario es un “ político designado por el pueblo “, y dependiendo de que sean senadores o diputados, deben ejercer las funciones que le asigna la Constitución Nacional, como resultado del fortalecimiento de la democracia, que permite involucrar a los ciudadanos en el control y evaluación de la gestión pública para lograr la transparencia en las gestiones de los diferentes organismos del Estado.-
A pesar de regirnos por un sistema “sistema presidencialista basado en la división de poderes, el parlamento nacional ha logrado una evidente supremacía en el manejo del poder, dejando al Presidente de la República totalmente dependiente de la aprobación o rechazo de los actos de gobierno, teniendo en cuenta, por ejemplo, que es el parlamento el que aprueba o rechaza el Presupuesto General de Gastos de la Nación, de vital importancia para la implementación de los proyectos de gobierno.
Basados en un sistema totalmente populista y con la aparición de ciertos líderes mesiánicos, el parlamento se ha convertido últimamente en un espacio en donde la capacidad y la ética se han hecho a un lado, para imponerse la verborragia; los insultos y las malas palabras en los discursos de los parlamentarios. El cambio permanente de “ carpas “ de los parlamentarios, también forma parte del pan de cada día, hablándose de esta forma de una estafa al electorado que los elige por pertenecer a un pensamiento o ideología determinada, para luego, y una vez conseguido el espacio político anhelado, afiliarse a otros partidos políticos, totalmente ajenos al electorado que los votó.